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Este año hemos vivido un momento que, a muchos gamers, nos ha dolido en el alma y ha sido el ver cómo la feria de videojuegos más importante del mundo anunciaba sus fechas de celebración en este año 2023 y cómo, después, el goteo de compañías que renunciaban a ir provocaba que se cancelara por completo. Algo que deja herido de muerte al evento de cara al futuro.

Obviamente, cuando afirmamos en el titular que Nintendo, Sony y Microsoft nos robaron el E3, no decimos que hayan cometido un delito pero sí que, de forma figurada, son ellos los que con sus decisiones empresariales han provocado que el sector deje de confiar en la que era la feria más relevante de todo el planeta. Al menos si no contamos a Japón, donde siguen celebrando su Tokio Game Show como si fuera otro mundo.

Eventos sin alma ni interés

De todas formas, tampoco podemos decir que los tres pesos pesados sean corresponsables del cierre del E3 en la misma medida, ya que unos tomaron esa decisión antes que otros y el último, al ver el panorama, no tuvo más remedio que aceptar la realidad y marcharse. Así que en primer lugar hay que colocar a Nintendo, que fue la pionera que se bajó del barco hace algunos años para darnos a cambio sus Direct. En ese instante al menos, Sony y Microsoft continuaron con el show.

Mientras PlayStation y Xbox se mantuvieron en la feria nada cambió. Las compañías satélite siguieron acudiendo en masa, con grandes stands y anuncios importantes, en conferencias previas al E3 que eran la delicia de los gamers. Primero porque de verdad ofrecían noticias relevantes y después porque podíamos ver las caras de muchos desarrolladores en vivo, hablando a una audiencia global que estaba pendiente de ellos.

Pero llegó el año 2019 y Sony decidió que se bajaba del barco porque «se trataba de una feria comercial sin demasiada actividad comercial. El mundo ha cambiado, pero el E3 no ha cambiado consecuentemente con él». Incluso llegó a afirmar que solo interesaba «a las tiendas y a los periodistas», como si ellos no se hubieran aprovechado de la publicidad gratuita que recibían de los medios en todo el mundo año tras año. Además, curiosamente, ese mundo distinto de Los Ángeles no afectaba a Japón, donde su TGS es todavía una cita ineludible en el calendario.

Así que el resultado de acabar con el E3 es lo que tenemos ahora, un calendario disperso sin orden ni concierto de eventos enlatados que, como demostró el último showcase de Sony –o cualquier Direct de Nintendo–, no tienen ni alma ni interés porque antes de que comience el show televisivo ya se han filtrado casi todas las noticias. Es lo que tiene grabar las cosas con muchas semanas de antelación, que es complicado mantener la confidencialidad de lo que se va a contar.

¿Y Microsoft?

La que menos responsabilidad tiene en todo esto es Microsoft porque, seguramente, es la que más interés tiene en que exista un E3, como marca paraguas que concite el interés de todos los usuarios sin mirar de qué sistema son fans o seguidores. Los de Phil Spencer se encontraron solos en el E3, sin Sony ni Nintendo, así que con toda la lógica del mundo pensaron que no tenía sentido continuar dentro de la feria.

Así que entre todos la mataron y ella sola se murió. Y en ese cambio, los que hemos perdido somos los usuarios que ya habíamos cogido la costumbre de levantarnos de madrugada para ver seguidas las conferencias de Sony, Microsoft, Nintendo, Ubisoft, Electronic Arts, etc., como todos los años hacemos con la gala de los Oscars. Reuniéndonos con amigos y sabiendo que hay una o dos noches al año en las que vamos a dormir menos. Pero nos robaron esa posibilidad y ahora solo tenemos que darle al play en YouTube. Sin más.

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