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Según un reciente estudio el 16,5% de las personas consume malas noticias de una forma compulsiva que a menudo afecta su bienestar.

El mundo a menudo nos ofrece tanto buenas como malas noticias. Aunque quisiéramos ocuparnos solo de unas, saber lo que está pasando es siempre importante. Los problemas surgen cuando no podemos dejar de consumir las malas noticias y quedamos atrapados, leyendo sobre una desgracia tras otra.

En países de habla inglesa el término utilizado para este comportamiento es DoomScrolling.

Según un estudio publicado en la revista Health Communication, el 16,5% de las personas podría tener un comportamiento muy perjudicial a la hora de informarse. Lo que llevaría a vivir con grandes niveles de estrés, ansiedad y problemas de salud. En el estudio de la Universidad Tecnológica de Texas se examinaron los hábitos de 1100 individuos. El 27,3% reportaron niveles de consumo moderadamente problemáticos, el 27,5% niveles mínimos, y el 28,7% ningún problema.

Obsesión por los medios

Lo apuntado no implica que las personas que no son afectadas no tengan empatía por lo sucesos sobre los que leen. El foco está en el desarrollo de una obsesión por las noticias y los medios, y la incapacidad de abstraerse de lo ocurrido.

Según el profesor y autor líder del estudio, Bryan McLaughlin, los afectados revisan las noticias frecuentemente en busca de un cambio en un hecho para aliviar su angustia. Pero este comportamiento a menudo no ayuda, profundiza la situación y comienza a interferir con la vida diaria.

Pautas del doomscrolling

Entre las características evaluadas para establecer el comportamiento nocivo se consideró:

El nivel de absorción que las noticias producen. La preocupación por las noticias. El intento por reducir la ansiedad consumiendo más noticias. La dificultad para evitar las noticias y el modo en que el consumo de noticias interfería con la vida diaria.

Es posible que el lector observe que algunos de estos aspectos serían lógicos para cualquier ser humano que se preocupe por el resto de la humanidad. Y quizás sea cierto, quizás en su medida, sentirse mal por otro ser humano no esté tan mal. Pero convertir nuestros dispositivos electrónicos en instrumentos de tortura psicológica no mejorará el mundo.

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