El simple hecho de observar el cielo azul o mirar una pantalla con fondo blanco brillante hace que en ciertas ocasiones aparezcan… «cosas» frente a nuestros ojos. Por un lado, están aquellas con una figura similar a la de las amebas, y después encontramos puntos de luz que se mueven a toda velocidad. No hay ninguna ilusión óptica aquí: Ambos fenómenos han sido apropiadamente identificados, y son mucho más comunes de lo que creemos, aunque una manifestación excesiva y repentina puede ser señal de algún problema en la visión.

Todo usuario que acumula varias horas al día frente a la pantalla sabe tarde o temprano lo que es tener «la vista cansada». El dolor o la presión en el fondo de los ojos, sentir el equivalente a arena atrapada, la necesidad de cerrar los párpados o buscar un lugar oscuro… gajes del oficio, digamos. Pero nuestros ojos no se expresan solamente cuando están bajo estrés, sino que pueden dar lugar a eventos bastante llamativos. Por ejemplo, un batallón de bacterias al mirar el cielo, o espermatozoides en esteroides que no paran de correr. ¿Qué está pasando? ¿De dónde vienen esas cosas?

En primer lugar, debemos hablar de muscae volitantes, latín para «moscas volantes», o simplemente «cuerpos flotantes». Se trata de pequeñas opacidades que flotan en el humor vítreo del ojo y arrojan sombras sobre la retina. Dichas opacidades están formadas por proteínas, glóbulos rojos o muestras diminutas de tejido, y cambian su posición con el movimiento ocular. Cuanto más cerca de la retina se encuentran mejor los podemos ver gracias a una definición superior de su sombra. En la gran mayoría de los casos, la presencia de moscas volantes responde al envejecimiento natural y no tienen consecuencias, pero si su número aumenta de manera considerable y repentina, se recomienda programar una visita con el oftalmólogo.

En cuanto a los puntos de luz que parecen correr un Grand Prix, su nombre oficial es «Fenómeno Entóptico de Campo Azul», también conocido como Fenómeno de Scheerer. En resumen, los puntos brillantes son glóbulos blancos desplazándose a través de los capilares en la retina. Los glóbulos blancos ocupan el diámetro de un capilar casi por completo, creando una cola de glóbulos rojos detrás, a la que podemos apreciar en condiciones ideales con un tono más oscuro. Aún conociendo el origen de ambos fenómenos, lo cierto es que nunca pierden el factor sorpresa.

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